"Mejor no sentir" (un caso de anestesia emocional)

"Mejor no sentir" (un caso de anestesia emocional)

Casos de éxito, Opinión de los clientes, Prolidera, Psicología

El feedback de un cliente es el mejor regalo que un profesional puede recibir, bien sea para agradecer y destacar el trabajo realizado, bien para exponer alguna queja o manifestar una oportunidad de mejora.

J no vaciló en mostrar su escepticismo hacia los psicólogos desde el momento del saludo inicial. Con un perfil algo frío y distante, su abundante narración para describir el motivo de su demanda se apoyaba en ideas ordenadas cronológicamente sobre papel que rozaba la estructura de una tesis doctoral; J tenía especial interés en que yo entendiera bien lo que le aquejaba, pues de no ser así, confirmaría su hipótesis: "no sé a qué he venido".

Para un psicólogo, no hay mayor reto que los clientes desafiantes con baja adherencia al tratamiento. Y el caso de J era uno de ellos, pues todo lo expuesto de mi parte tenía que pasar previamente el filtro de la razón. J mostraba un perfil altamente analítico y racional, ilustrado y estudioso del conocimiento, un tipo serio y agradable que se recreaba en su evitación experiencial para escapar del dolor: "mejor no sentir".

Para un psicólogo, no hay mayor reto que los clientes desafiantes.

A continuación, se expone su testimonio tras el proceso llevado a cabo (texto traducido del original en valenciano):

"De mi experiencia con Jose quiero destacar varios puntos, momentos o citas que a continuación expondré:

En primer lugar, recuerdo que, tras completar una hoja de preguntas, él pudo adivinar que yo era notablemente escéptico hacia la psicología, y que prefería de verdad enfocar las cosas desde la filosofía. Ante esta sospechosa incoherencia, puesto que estaba ante un psicólogo, él se interesó por conocer mis pensamientos y cómo había dado ese paso si por escrito parecía confiar poco en la psicología. La dialéctica en conjunto que planteaba sobre mis respuestas y pensamientos me ofrecía un abanico necesario para expresarme y exponer mis pensamientos sobre lo que yo consideraba un problema.

Tras una densa exposición mientras él apuntaba incansablemente en su hoja, tomó turno de palabra y concluyó que, por como yo me expresaba y hacía la narración de los hechos más significativos de los últimos años, parecía estar en una especie de anestesia emocional. Ciertamente, creo que esta definición fue completamente acertada y me posibilitaba delimitar un flujo de pensamientos que, hasta entonces, no había podido ser compilado. Definitivamente, fue imprescindible que él hubiera podido definirlo en un concepto que a mí me parecía acertado. Esta visión sobre el problema me permitió confiar y pensar que verdaderamente estaba ante alguien que podría ayudarme.

Mi miedo más grande ante un psicólogo siempre era pensar que, muy lejos de ayudarme dejándome ser como soy y enfrentando el problema desde mi perspectiva y naturaleza, intentara cambiarme para así hacer más fácil la adaptación. Recuerdo que continuamente le reiteraba que quería solucionar el problema, pero que no quería dejar de ser yo. Con este escenario, Jose fue especialmente comprensivo y paciente, sabiendo que se enfrentaba a una persona que se iba a sentir fácilmente atacado y que consideraba la esencia un principio inamovible. A lo largo del proceso terapéutico me planteaba retos y tareas que, de no haber sido presentadas con calma y flexibilidad, hubieran sido rechazadas frontalmente. Todavía puedo recordar que él me hacía verlo como el maestro de piscina que trata de ayudar a un niño miedoso del agua helada a empezar a nadar y que, constantemente, al verme dudoso, me repetía que era yo quien debía nadar y que, pese a ser necesario avanzar, el ritmo lo tenía que marcar yo, pero él tenía la obligación de ir empujándome.

Ante una persona que idolatraba el pensamiento racional y que tenía un rechazo por la esfera sentimental-impulsiva, además de extender la preponderancia del raciocinio sobre el resto de las áreas, él hizo muy buen trabajo para hacerme entender la compatibilidad entre los diferentes aspectos. Constantemente soportaba sus explicaciones con ejemplos y, algo muy destacable, siempre trataba de llevar estos ejemplos a terrenos que a mí me fueron agradables y donde él ya sabía que yo vería más fácilmente y aceptaría porque me eran simpáticos. Habitualmente todavía pienso como él me dividía el mundo en "el verbo hacer" y "el verbo pensar", como él lo decía. Esta división que, poco a poco, iba haciéndome entender y ver como una polaridad positiva y dinámica y no un choque de contrarios, se convirtió en un pilar fundamental de nuestra terapia.

También recuerdo a menudo el uso de la cita "el pájaro no canta porque sea feliz, es feliz porque canta". Esta sentencia abanderó gran parte de mi proceso y la hacía usar siempre para recordarme que en el horizonte tenía que estar mi objetivo, pero que no podía estar esperando a sentirme motivado para actuar y tratar de conseguirlo, sino que la motivación y la alegría para conseguir resultados llegarían con todo lo que yo tenía que ir haciendo ya si quería llegar a alguna parte.

Todas estas explicaciones, metáforas, símiles y sentencias fueron gran parte del proceso terapéutico que tuve con Jose. Sin embargo, muchas otras cosas se podrían destacar de la gran tarea de comprensión, planificación y adaptación que hizo para tratar conmigo, un cliente que había entrado declarándose escéptico y desconfiado de las terapias y que le había hecho pensar que no seguiría adelante con el proceso en un inicio, pero que, con el tiempo y su ayuda, a pesar de partir de un comienzo que mostraba una persona fría y distante, salió de terapia abrazando a un hombre que hasta hacía poco era desconocido".

Y el abrazo fue sincero, y el agradecimiento mutuo.

Suscríbete a nuestra newsletter aquí, y recibe las últimas noticias de Prolidera.

Apego, Duelo, Emociones, Personalidad, Psicología